La Rufina
Era niña bella llamada Rufina, tenía 19 años de inocencia allá por la Belle Epoque, su madrastra -malvada como todas las madrastras de leyendas- la vió morir ante sus ojos el mismo día de su cumpleaños.
La enterraron en el panteón familiar, los Cambaceres eran ricos, famosos, "parisinos" y opulentos, como todos los habitantes de aquella enorme y silenciosa ciudad, -ya sabes a que ciudad me refiero-. Al volver la abuela de París, quiso verla, y contra viento y marea, se hizo abrir el ataúd. Arañado estaba, desgarrado por dentro, como esa anciana también se desgarró de pena. Catalepsia natural, coma profundo inducido por veneno, nunca se supo. Se rumoreó que la madrastra era amante del novio de Rufina, y que la sedaba para estar a solas con él, un exceso del elixir en el té, de eso fue la cosa. Se rumoreó que no, que la mató a puro veneno por puro celo. Se rumoreó que así heredaba ella y no la hijastra. Se rumoreó, se rumoreó, se rumoreó.
Cuando llegas a la tumba de rufina, encuentras una obra de arte del art nouveau alemán, blancos lirios se elevan desde la base hasta la cúspide, dando mil vueltas a una puerta de hierro que es una flor de lis. ¿Sabes quien está parada, abriendo la puerta, VOLVIENDO a la muerte? La ninfa de piedra más triste, melancólica y sensual que hayas visto. Si no te arranca una lágrima, no salgas del cementerio, quedate allí porque no estás vivo.
¿Ya ves que tengo las verdaderas y secretas joyas de la ciudad para compartir contigo?. Si deseas hacer un paseo por la ciudad Escribime.
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